Cuando jardineros y enterradores trabajan hombro con hombro

Antes de entrar a Colombia desde Ecuador, mi buen amigo Yuval me habí­a comentado «y en la frontera no dejes de visitar el cementerio de Tulcán», situado en la provincia de Carchi. Yo me pregunté para mis adentros que a qué tanto interés en un cementerio, pero callé mi curiosidad y decidí­ seguir la regla de «si alguien de cuyos gustos me fí­o me recomienda un lugar, voy y punto. Sin rechistar». De modo que antes de cruzar la frontera me acerqué al cementerio, sin saber qué me encontrarí­a allí­. ¿Lápidas escritas en quichua? ¿Nichos ordenados alfabéticamente? ¿Adornos florales de estilo hawaiano? Lo cierto es que fui con la cámara y sin saber qué esperarme.Cuando jardineros y enterradores trabajan hombro con hombro - 100307_tulcan2

Lo que me encontré me dejó boquiabierto: esculturas modeladas sobre «pino ciprés» representando tortugas, pájaros, deidades precolombianas y egipcias, elementos indescriptibles, y todos ellos exquisitamente podados y cuidados. El cementerio es toda una atracción turí­stica y yo no era el único cargado con mi cámara que se lanzó a tomar fotos cual gallina sin cabeza, ante lo extremadamente curioso y bello del lugar. La diferencia es que yo no me subí­a a las lápidas para encontrar la mejor toma (escrupuloso que es uno).

A quienes estén cruzando la frontera colomboecuatoriana -dichosos aquellos dí­as en que eran una única nación- ya sea deCuando jardineros y enterradores trabajan hombro con hombro - 100307_tulcan1 sur a norte o viceversa, recalcarles que merece la pena visitar este camposanto, considerado uno de los cementerios más visitados del mundo (no «el más visitado» como afirman en este por lo demás interesante reportaje; a bote pronto se me ocurre que, por ejemplo, el de Highgate en Londres tiene muchas más visitas).

Tulcán dispone de alojamientos, restaurantes y la misma consideración con los muertos que con los vivos, de modo que si pasan por esta frontera, no se pierdan esta morbosa pero inolvidable visita.

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