Hoy vamos a hablarles de un lugar de película, o mejor dicho, de novela, por su peculiar encanto y origen de su existencia. Situado en la capital de Inglaterra, el 221B de Baker Street en Londres se hizo famoso por el peculiar inquilino y su fiel ayudante que habitaban en él. Es interesante notar que al igual que Sherlock Holmes y el Doctor Watson nunca existieron, tampoco dicho número de la calle, cuya numeración acababa en el 85 hasta bien entrado el siglo veinte. Pero eso poco importa cuando una buena narración y los avatares de la historia junto con el genial talento del escritor Conan Doyle dieron a luz a un personaje que en la memoria colectiva pasó de la ficción a la realidad de forma asombrosa. A modo de ejemplo, las innumerables cartas dirigidas a Sherlock Holmes una vez se creó el número en este siglo recientemente acabado.
Cuando uno entra a esta casa-museo y observa los innumerables objetos decorativos y muebles siente que en cualquier momento se oirán unos pasos en la escalera justo antes de que se abra la puerta y aparezca el personaje de nariz aguileña y esbelta pero enérgica figura. En la primera planta, la más interesante, encontramos la habitación de Sherlock y el despacho que compartía con su ayudante, en la segunda las habitaciones de Watson y la señora Hudson, en la tercera varias figuras de cera de varios personajes de la novela. Nos imaginamos qué debe ser mirar a través de la ventana y observar las figuras que pasean enfrascadas en sus abrigos en un día de típica niebla londinense…