Como si de un lugar olvidado de los dioses en medio del mar se tratara, imposible de ser dominado por el hombre, se yergue con un poder mágico el volcán aislado todavía en activo de la Isla Blanca o Whakaari, a unos cincuenta kilómetros de la costa este de la Isla del Norte en Nueva Zelanda.
Y es que el encanto sobrecogedor de este páramo solitario en medio del oceáno de dos kilómetros de diámetro y trescientos veintiún metros de altura sobre el nivel del mar no radica simplemente en los diferentes nombres que se le ha dado, como por ejemplo Te Puia o Whakaari, como la llamaban los indígenas maoríes, que significa nada más y nada menos que «El Volcán dramático», o la Isla Blanca (bautizada así más tarde por el Capitán Cook en el siglo XVIII por aparecer siempre en medio de una nube de vapor blanca, obviamente por ser un volcán, detalle que se le escapó al marino por no pisar la isla).
Los dos nombres captan plenamente el sentido de este volcán, en especial es curioso su adjetivo «dramático» pues para aprovechar su riqueza natural se intentó a principios del siglo XX establecer una industria minera a fin de poder extraer el sulfuro de este lugar. Un lahar (flujo de sedimento y agua típico de los volcanes) acabó de manera también dramática con la vida de varias personas.
Se pueden realizar varias visitas guiadas (algunas de hasta de seis horas) a esta Reserva Privada y llegar desde Whakatane en barco o incluso en aeroplano o helicóptero, desde también Tauranga o Rotorua. A parte de disfrutar de este entorno inigualable y de su fauna o ecosistema, tan interesante para la ciencia, se puede pescar en las inmediaciones. En definitiva esta isla es uno de los lugares más interesantes a visitar en Nueva Zelanda, y como pueden imaginar, también una cita ineludible para el trotamundos.
