El pasado diciembre se descubrió en Cádiz un hallazgo arqueológico tan asombroso como importante, aunque se ha mantenido en secreto hasta ahora para evitar expoliadores, curiosos y demás colectivos espinosos para este tipo de descubrimientos que, a todas luces, son muy jugosos, pues no solo han aparecido ruinas.
Hay joyas de oro, de plata, de ámbar… Todas muy valiosas, aunque como suele pasar en estos casos, el valor se lo da más bien su lado histórico: son piezas de los siglos V y IV… ¡antes de Cristo!
Para ser más exactos, se ha destapado dos inhumaciones fenicias del siglo IV a. C, sin ajuares, y otras veintiocho de época romana fechadas entre el siglo II y el I a. C también. En el mismo lugar, además, han señalado una traza de muros defensivos que pertenecen a la ciudad y están datados del siglo XVII, algo que nos pilla un poco más cerca. Incluso la puerta de la entrada original de la ciudad de Cádiz ha aparecido junto a este, como veis los trotamundos, tremendos hallazgos.
Los arqueólogos expertos, entre ellos María Eugenia García y Javier de la Torre, han dictaminado que los descubrimientos más señalados son las doce tumbas púnicas. Hay restos humanos en muy mal estado por las filtraciones de agua, pero quizá puedan hacer algo con ellos.
Saltando a otro punto, hay que ver qué pueden hacer con las tumbas en sí. Los ajuares, compuestos como he comentado de piezas de oro cornalina, plata y ámbar, se trasladarán a un museo: el provincial de Cádiz.
Esto, por supuesto, debe ser un gran varapalo para los constructores que se ocupaban de las obras y les acompañamos en el sentimiento: si el descubrimiento no fuera tan grande, probablemente podrían echar tierra de por medio, nunca mejor dicho, y seguir para adelante. Ahora tendrán que retrasar sus obras una buena temporada hasta que se decida el destino de las tumbas funerarias.