Pollepel Island es una pequeña isla del Río Hudson, cuya caudalosa corriente desemboca en el océano Atlántico.
Situada a 80 kilómetros al norte de Nueva York y a 300 metros de la orilla Este del río, Pollepel Island es famosa por conservar en su terreno un singular edificio: el Castillo de Bannerman.
En realidad, la isla no es más que un trozo de tierra en mitad del río, considerada maldito por las tribus indígenas y por los colonos que navegaban por sus aguas desde el siglo XVI.
Las historias y leyendas de fantasmas y espíritus que habitaban la isla, posibilitaron que en el año 1900, fuera comprada a precio de ganga por Francis Bannerman VI, un fabricante de armas de origen escocés, que utilizó el lugar para construir un arsenal en el que almacenar los excedentes militares adquiridos tras las contiendas bélicas que se producían en las, por entonces, colonias europeas.
Su peculiar almacén fue proyectado como un antiguo castillo escocés. Su llamativo diseño era un reclamo propagandístico para sus posibles clientes, acentuado por el rótulo grabado en el muro occidental del edificio, en el que podía leerse a gran tamaño: Bannermans Island Arsenal.
Su planta es rectangular, con pequeñas torres circulares en los ángulos, y la fachada principal presenta una ornato a base de torretas almenadas que coronan la estructura o que hacen las veces de columnas decorativas, rematadas por matacanes de ladrillo rojo en voladizo, perladas de bolas de piedra.
Otro pequeño palacio al otro lado de la isla servía de residencia a la familia, pero en el año 1918 el empresario muere y su esposa e hijos abandonan el lugar.
Dos años después, se produce el primer accidente en el castillo, al explotar gran parte de la munición almacenada, produciendo serios daños en su estructura. Por si fuera poco, treinta años después, un barco llamado el Pollepel, se estrelló contra la isla debido a una tormenta, explotando frente al palacio y volviendo a ocasionar serios destrozos.
En 1967, el estado de Nueva York compra la isla y organiza visitas turísticas hasta que, dos años después, vuelve a producirse un incendio que deja el fuerte en ruinas.
Desde entonces, el Castillo de Bannermans está pendiente de restaurar, habitado únicamente por los fantasmas que, según parece, quieren ser los únicos moradores de la isla.