Se encuentra en México, en la delegación de Xochimilco, y está deshabitada, aunque unos moradores muy particulares se han convertido en los únicos vecinos del lugar: cientos de muñecas y muñecos cuelgan de todos los rincones de la isla. Unas son de plástico, otras de tela, algunas de porcelana, pero el paso del tiempo y su exposición al aire libre, las ha convertido en objetos grotescos y terroríficos que han transformado la isla en un lugar sobrecogedor.
La isla forma parte de las Chinampas, islotes artificiales creados por el hombre en la zona lacustre de Xochimilco para obtener tierras fértiles de cultivo donde sembrar hortalizas y vegetales. Su origen se remonta a los siglos XIV al XVI, cuando llegan a convertirse en un sistema de producción intensivo. Las Chinampas conforman una especie de huertas flotantes separadas por canales de agua y han sido consideradas Patrimonio Cultural de la Humanidad.
La isla de las muñecas es una de estas chinampas, propiedad de Julián Santa Ana, quien abandonado por su novia, se dedicaba a cultivar productos agrícolas y a venderlos en el pueblo más cercano. De repente un día, comenzó a recoger muñecas que llevaba a la isla, convirtiéndolas en parte de la decoración de la agreste plataforma.
Al parecer, un día fue increpado por el espíritu de una joven que se había ahogado en un canal cercano a su chinampa y desde entonces, se dedicaba a recoger muñecas y transportar hasta allí a las muñecas, no sabemos si para protegerse o para contentar al espíritu.
Cada día que pasaba, Julián se volvía más solitario, hasta que dejó de acudir al pueblo. Su sobrino se ocupaba de las tareas agrícolas y fue alertado por el anciano de que el espíritu de la joven vendría a buscarle. Unos días más tarde, su cadáver fue encontrado junto al canal de agua. Había sido víctima de un infarto.
Se dice que la isla de las muñecas está habitada por el espíritu de la joven y que en ella, los muñecos de plástico son capaces de moverse, abrir los ojos y generar el pánico de los que se aventuran a acercarse hasta allí.
Cabellos enmarañados, cuerpos de plástico desmembrados, ropas desechas, rostros descoloridos y ojos brillantes. Las muñecas cuelgan de los árboles y habitan en la caseta del anciano, donde los visitantes acuden a pedir deseos a la Moneca o Agustinita, al parecer, la favorita de Julián.