El Gran Valle del Rift, que se extiende por la frontera situada entre Kenia y Tanzania, esconde uno de los lugares más mortíferos y misteriosos del planeta: el lago Natrón, un enorme embalse natural de agua salada, con una superficie de entre 600 y 1000 km2.
Una de las características más letales de este lago, que por otro lado es sereno y no demasiado profundo, es la alta alcalinidad de sus aguas, con un pH superior a 10 y una por encima de los 60 grados, capaz de producir serias quemaduras.
Esta característica se debe, en gran parte, a la presencia del volcán Ol Doinyo Lengai o Montaña del Dios, próximo a sus aguas, lo que contribuye a la alta presencia en ellas de sales y minerales, como cloro, magnesio y sobre todo, carbonato de sodio, un compuesto muy utilizado en el antiguo Egipto para la momificación. Precisamente, la momificación es una de las curiosidades del lago Natron, ya que es habitual encontrar numerosos cadáveres de animales desecados y embalsamadas a orillas de sus aguas.
Éstas, mezcladas con las cenizas del volcán, son toxicas y mortales para algunos animales que se acercan al lago y que han sido retratados recientemente por el fotógrafo inglés Nick Brandt, quien ha dedicado gran parte de su carrera a fotografiar el continente africano. Brandt fotografía los cuerpos de los animales recreando ambientes reales, con fines artísticos.
Pero no todo es muerte en el lago Natron, diferentes especies han conseguido adaptarse a la nocividad de sus aguas. Peces, flamencos enanos y sobre todo, un tipo de algas y microorganismos de color rojo que le confieren al lago un original color rosado y anaranjado.