Hay muchos pueblos maquillados por la pátina del olvido, que tras ser abandonados, han visto como su arquitectura vuelve a ser habitada, pero esta vez por una naturaleza que emerge de manera imponente, abriéndose paso entre muros y calles desiertas, apropiándose de lo que una vez fue suyo.
Seguro que cada uno de nosotros tenemos en mente algún ejemplo de pueblo abandonado y, muchas veces, esa imagen que se nos viene a la cabeza de muros derribados, cristales rotos, y recuerdos olvidados suele sugerirnos sensación de decadencia, de ocaso y de vacío.
Sin embargo, hay ejemplos de que no siempre tiene que ser así. A veces, la naturaleza se ocupa de recuperar su espacio de una forma bella y emocionante, incluso sobrecogedora, transformando el abandono en una estampa irrepetible.
Es el caso de este pueblo abandonado en la isla de Shengshab, una de las 394 que se disgregan entre las aguas de la desembocadura del río Yangtze, formando el archipiélago de Zhoushan, en China.
La zona fue un importante núcleo pesquero de la costa oriental de la República Popular de China, pero el desarrollo de otros sectores productivos ha conducido al abandono de muchas de sus islas. De entre ellas, menos de 20 se encuentran habitadas, aunque aún hoy conforman un espacio al que acuden numerosos pescadores durante los meses de invierno.
Aquí, entre una orografía montañosa, se dispersan alrededor de 400 casas que prácticamente han sido engullidas por la vegetación de la isla. Ahora, los muros verdes y el perfil de lo que en su día fue el plano de este emplazamiento, dibujan un espectacular paisaje.
Buena parte de las viviendas mantienen un estado de conservación aprobable, pese a estar enfoscadas por hiedras y otras trepadoras tropicales.
En la actualidad, la zona se ha convertido en un destino turístico popular para excursionistas, aficionados a la pesca y curiosos que quieren disfrutar de la contemplación de un paisaje en el que la naturaleza, ha rescatado a la fábrica humana de la desolación del abandono.