Cuando un barco deja de ser útil, es desmontado y desguazado para recuperar el acero, retirar chatarra y basura y reciclar contenedores y depósitos de mercancías contaminantes, sin embargo, es un proceso costoso y muy caro, por eso, muchos capitanes de barcos inoperantes optan por abandonarlos, como ocurre en el cementerio de barcos de Nouadhibou.
En esta bahía de Mauritania se oxidan y descomponen como gigantescos esqueletos de cetáceos metálicos, antiguos barcos encallados y desmantelados por la erosión y el abandono. El lugar se ha convertido en el mayor camposanto de barcos del mundo.
Los patronos mercantes sobornan a los guardas costeros para que hagan la vista gorda y dejan en esta costa sus viejas embarcaciones, para evitar los costos que suponen deshacerse de ellas.
Más de 300 barcos recortan el horizonte de la bahía, conformando un paisaje inédito y grotesco de cascarones broncíneos y olvidados.
Es un lugar siniestro y peligroso. Algunos de los barcos en mejor estado, sirven de refugio a personas sin hogar, que parecen obviar, al igual que las autoridades, los peligros que supone la corrosión de metales y residuos para su salud y la del medio ambiente.
A los barcos, que en un principio pertenecían a la flota pesquera nacional, se le han ido sumando los de otros países, que prefieren arrastrarlos hasta estas costas y ahorrarse unos millones.
En 2010, la Unión Europea concedió ayudas para limpiar la zona, pero el proceso se está ralentizando por las mafias y el reclamo turístico en el que parece haberse convertido esta pavorosa playa.