Existen numerosos proyectos de reciclaje, realizados con productos de deshecho, que han resultado exitosos, -solo hay que pensar en el templo tailandés de Wat Kuan Lad para ratificarlo-, sin embargo, también hay ejemplos desastrosos de cómo el hombre mide mal las consecuencias de enfrentarse a un medio natural salvaje, impredecible e incontrolable como es el océano, muchas veces, con consecuencias devastadoras para el medio ambiente.
En la década de los 70, las autoridades de Fort Lauderdale, en las costas de Florida (Estados Unidos), decidieron crear un arrecife artificial arrojando al lecho marino varios millones de neumáticos inservibles para los que, por entonces, no se había encontrado utilidad.
De éste modo, en pocos años crearían un rico y variado ecosistema submarino que, además, resultaría atractivo para buceadores y turistas de la zona. Los dos millones de neumáticos depositados en el fondo del mar fueron anclados mediante cuerdas de nailon y cadenas de metal, altamente corrosivas.
Cuando los anclajes se deterioraron, los neumáticos comenzaron a dispersarse por el fondo submarino, provocando un auténtico desastre. Ningún tipo de vida se aferraba a estas estructuras inestables; las ruedas que quedaron enterradas o atrapadas entre rocas, comenzaron a diluir productos tóxicos y contaminantes; otras llegaron hasta la costa y el resto, vagan a sus anchas destruyendo la vida submarina que encuentran a su paso.
Los grupos ecologistas, autoridades y voluntarios se afanan por retirar los restos de caucho en un esfuerzo que, según se prevé, durará más de 20 años.
Aunque existen ejemplos de arrecifes de neumáticos en otras partes del mundo, el problema de Osborne hace reflexionar a gobiernos y ecologistas sobre la idoneidad de este tipo de proyectos que, sin lugar a dudas, deberían ser mejor estudiados antes que expuestos a cualquier tipo de consecuencias, desgraciadamente, poco favorables para el medio ambiente.