Vanuatu; Cuando leemos la palabra lava, nuestra mente empieza a imaginar automáticamente una gran marea de magma incandescente que se desplaza lamiendo lentamente la falda de un volcán en erupción. Sin embargo, ¿nos hemos imaginado alguna vez un lago de lava? Seguramente sí, cada vez que hemos tratado de imaginar el hipotético infierno, con todas las almas pecadoras hacinadas en una charca de escoria rojiza.
En efecto, no hay nada más estremecedor que una balsa de fuego y nuestro planeta cuenta con seis impresionantes lagos de lava que se mantienen de forma constante.
Uno de ellos se encuentra en una de las islas del archipiélago de las Vanuatu, en el cinturón de fuego del Pacífico, cerca de Nueva Guinea. Esta república insular es de origen volcánico y está formada por 83 islas, entre las cuales se concentra una gran actividad volcánica.
Es concretamente Ambrym la que alberga al volcán Marum, en cuya cumbre se abren dos cráteres, el Benbow y el Marum. Precisamente éste último, entró en erupción por última vez el pasado 19 de febrero de 2015.
Solo ocho personas han logrado descender hasta las entrañas del volcán y han conseguido filmar su dantesco espectáculo. El ambiente en ese lugar es inhóspito, con una atmósfera tóxica y ráfagas de calor que superan los 150 grados. Los aventureros que se han atrevido a adentrarse en las entrañas de la tierra describen como el volcán genera su propio microclima, con lluvias repentinas que se vuelven ácidas al entrar en contacto con la nube de azufre y continuas explosiones de gas.
El sonido de la lava brama como un mar embravecido, roca líquida golpeando las paredes sólidas a más de 1.000 grados de temperatura. Allí, la contemplación de la sangre de la tierra, de la piedra líquida e incandescente, se convierte en algo completamente hipnótico, haciéndonos sentir insignificantes ante uno de los fenómeno más apocalípticos de la naturaleza.